LA VERDAD OS HARÁ LIBRES

Sobre la puerta de entrada al campo de concentración de Auschwitz, al campo principal o “Stammlager” podía y puede leerse la leyenda “El trabajo os hará libres”. Hoy, pasados 70 años desde que las tropas soviéticas entraran en este campo, la leyenda que debiera figurar con más necesidad que nunca es “La verdad os hará libres”. Poco original, por cierto. En la Biblia ya aparece, precisando que es “el conocimiento de la verdad” lo que nos hará libres. Y en efecto así es. Una verdad de la que estamos bastante lejos en los países europeos y en cuya búsqueda son de muy poca ayuda conmemoraciones como la que hoy, 27 de enero, día del “Holocausto”, celebran las élites políticas del llamado Occidente.

Al acabar la II GM en Auschwitz podía leerse una placa, colocada por las autoridades soviéticas en la que se afirmaba que “cuatro millones de personas fueron asesinadas” en ese campo. Actualmente y por todos los medios de comunicación se repite que en Auschwitz fueron asesinados “más de un millón de personas”. En concreto 1,1 millones. El importante descenso en el número de personas aparentemente asesinadas, sin embargo no ha tenido reflejo alguno en la cifra total de seis millones de judíos asesinados . Pero si sorprendente es este hecho , no lo es menos que durante décadas se haya afirmado una y otra vez que los alemanes eliminaron todos los libros en los que se reflejaba la mortalidad en el campo antes de la llegada de los soviéticos. Porque de hecho los libros no fueron eliminados y acabaron por ser publicados en 1989 dentro de la política de “Perestroika” de la agonizante URSS. Pese a ello, el mito de la destrucción de los libros sigue en activo.

Cuando uno visita el campo de concentración de Auschwitz-1 (Stammlager) acompañado por el servicio de guías oficiales del mismo, visita la cámara de gas que , según le dicen, se conserva en su estado original. Y sin embargo es una reconstrucción realizada por los soviéticos después de la guerra. El historiador judío David Cole en un vídeo esclarecedor y de una enorme valentía obtiene esta confesión del propio director del Museo Estatal de Auschwitz (en 1992), Dr. Piper en un documental que puede ser visto en la red : holocaustdeprogrammingcourse.com .

Al entrar los soviéticos en Auschwitz-1 se encuentran con un refugio antiaéreo, que una vez modificado es hoy en día presentado como la cámara de gas de ese campo. Según los soviéticos habría desempeñado esa función entre los años 1941 y 1942. Cerrándose posteriormente. Con su reconstrucción habrían devuelto a su estado original “la cámara de gas transformada en refugio antiaéreo”. Parte de esa reconstrucción consiste en tirar las paredes que separaban el local en compartimentos y abrir cuatro agujeros en el techo que habrían servido para introducir el gas letal Zyklon B en el local.

Evidentemente, el cierre en 1942 de la cámara de gas de Auschwitz-1, según la versión oficial, no encaja con la política de exterminio que se habría llevado a cabo en ese campo. Razón por la cual se sostiene que se cerró la cámara para seguir con los gaseamientos en Auschwitz -2 o Auschwitz-Birkenau, lugar en el que hoy tuvieron lugar los actos oficiales. El motivo para el traslado habría sido que de esta forma se conseguía una mayor aislamiento de la cámara de gas, de los barracones en los que se alojaban los prisioneros. Una explicación que no puede ser confirmada por los planos de ambos campos y que muestran claramente que la cercanía de los prisioneros a las cámaras de gas en Auschwitz-Birkenau era mucho mayor que la existente en la cámara de gas inicial de Auschwitz-1. De hecho en Birkenau el contacto visual entre prisioneros y aparentes cámaras de gas era directo, mientras que en el campo principal la vista de la “cámara de gas” era imposible desde los barracones por encontrarse en medio los barracones de los vigilantes exteriores del campo.

La “reconstrucción” de la cámara de gas de Auschwitz-1 por los soviéticos, sin embargo no consigue hacer aparecer restos del gas letal ( a base de cianuro) en las paredes del local, que sí serían originales, mientras que estos restos aparecen claramente en las dependencias que servían para la desinfección de las ropas de los internos que se realizaba con el mismo gas Zyklon B. ¿Cómo explicar esta contradicción? Hoy se explica afirmando que los gaseamientos en esa cámara apenas duraban 25 ó 30 minutos cada 24 horas, mientras que en las salas de desinfección de ropa ésta se llevaba cabo las 24 horas del día. Dado que con un periodo de tiempo tan reducido es imposible alcanzar las cifras de mortalidad que todavía se mantienen , el problema queda lejos de estar solucionado. Al margen de contradecir la mayoría de testimonios que hablan de gaseamientos continuados.

El comandante de Auschwitz, Rudolf Höss, hizo confesiones que son a todas luces carentes de toda base. Pero su testimonio fue obtenido bajo tortura. Su torturador, británico, así lo reconoció en 1983 en el libro “Legions of Death”. Más recientemente, en 2012, el periodista británico Ian Cobain, colaborador habitual de “The Guardian”, en su libro “Cruel Britannia. A secret history of torture” revela como la tortura sistemática formaba parte de los métodos de obtención de confesiones de los prisioneros de guerra alemanes en poder de los británicos. Métodos que se siguen utilizando en la llamada “guerra contra el terror”. Cierto que ahora los maestros en estas artes son los estadounidenses. Rudolf Höss fue ahorcado por los soviéticos frente a la “cámara de gas” que hoy se sigue enseñando, ocultando las transformaciones que ha sufrido después de la entrada de los libertadores.

La realidad es mucho más compleja de lo que se nos quiere hacer creer y si durante décadas se ha dicho y escrito que en Dachau, otro campo de concentración, fueron gaseadas miles de personas , hoy en ese mismo campo existe una placa que indica que no hubo gaseamiento alguno en Dachau. Pese a las películas de propaganda que los norteamericanos divulgaron sobre ese campo después de la guerra y para proyectárselas, principalmente, a la población alemana.

La utilización con fines claramente políticos y geoestratégicos del llamado holocausto por parte del Estado de Israel persigue cubrir con una manto de impunidad las agresiones continuadas que lleva a cabo esta entidad contra la población original de Palestina y los estados árabes vecinos. Toda nueva barbarie cometida por la entidad sionista estaría justificada dado que persigue evitar “un nuevo holocausto”, al mismo tiempo que se reforzaría el fantasma de un inexistente “antisemitismo”. Sólo así puede explicarse que conforme van pasando los años desde el final de la II GM se acentúe la difusión de unos hechos que en modo alguno pueden darse por ciertos y que, en algunos países, necesitan en su soporte, del auxilio de leyes oficiales que establecen la existencia de una verdad oficial no cuestionable, bajo la imposición de severas penas a los que sostengan opiniones heréticas.

Reconocimiento y apoyo merecen historiadores y escritores judíos que aman antes que nada la búsqueda de la verdad, por encima del mantenimiento de una verdad oficial que, hoy por hoy, es el principal vínculo de cohesión de una comunidad judía crecientemente desligada de su tradición religiosa. Todo un ejemplo el que nos trasmite David Cole con su trabajo. Una muestra de libertad interior y coraje, verdadera sementera de vida y acercamiento entre los pueblos frente al eterno y despreciable cultivo del odio .

Carlos Feuerriegel